Pilar Gutiérrez: Entre el oficio de editar y la necesidad por crear

    Fotografía rescatada de Vivir en el poblado
Hoy tenemos el placer de sumergirnos en una conversación íntima con Pilar Gutiérrez, una figura fundamental en el mundo editorial colombiano. Pilar es escritora y editora, y su trayectoria en la edición ha sido un viaje autodidacta lleno de pasión y compromiso. Junto a Juan Carlos Restrepo, fundó la editorial independiente Tragaluz en 2005 en Medellín, una propuesta innovadora que rompió con los moldes académicos predominantes en Antioquia. Tragaluz se ha caracterizado por su enfoque en libros-objeto, poesía e ilustraciones, y en estos 19 años ha logrado construir un fondo editorial diverso y reconocido.
En este espacio de conversación sincera, Pilar nos compartirá las profundidades de su trayectoria, el desafío de equilibrar su faceta de escritora con la de editora, y cómo Tragaluz ha evolucionado en un entorno cada vez más digital. Exploraremos su viaje personal y profesional con un enfoque que revela la autenticidad de su experiencia, donde cada palabra y cada decisión se entrelazan con la esencia de su arte. Prepárense para adentrarse en un relato genuino y apasionado sobre el arte de editar y escribir, y el impacto profundo de su trabajo en la literatura colombiana.

 

  1. ¿Quién es Pilar Gutiérrez?
Pilar es escritora y también editora. Mi formación como editora ha sido autodidacta. Para nuestra generación, no había cursos específicos para editores, así que fuimos aprendiendo en el camino. En ese trayecto, afortunadamente, nos encontramos con personas que sabían más que nosotros y que nos fueron mostrando algunas cosas e instruyéndonos en otras. Así empezamos a participar en ferias y a aprender sobre cuestiones legales. Ha sido un camino forjado por nosotros mismos. La editorial independiente comenzó en 2005, con sede en Medellín. En aquel entonces, esto era disruptivo, porque la mayoría de las editoriales independientes en Antioquia estaban muy asociadas a lo académico. Nosotros llegamos con una propuesta completamente distinta, con la intención de hacer libros-objeto, libros de poesía e ilustrados, como es el sello de Tragaluz. Llevamos 19 años trabajando arduamente, pero también hemos sido privilegiados, ya que hemos recibido mucho reconocimiento.
 
  1. ¿Cómo comenzó tu camino en el mundo de la edición? ¿Qué te motivó a fundar tu propia editorial independiente en Colombia?
Comenzó en 2005. La fundamos Juan Carlos Restrepo y yo. Ambos éramos pareja, además de ser escritores, teníamos algo de experiencia en el ámbito editorial; yo manejaba una oficina de comunicaciones especializada en publicaciones institucionales. En un momento de la vida, diría yo, estaba terminando una biografía porque, tras una crisis existencial, me decía: “Quiero ser escritora de tiempo completo”.
Tenía esos dos lados: el de empresaria y el de escritora. Me fui a Estados Unidos, estudié, y cuando regresé a Colombia pensé que podría dedicarme exclusivamente a la escritura. Pero, después de un año escribiendo una biografía, me di cuenta de que no era así. Al mismo tiempo, Juan Carlos se quedó sin trabajo. Entonces, en medio de charlas informales sobre las oportunidades de una editorial independiente en Antioquia, comenzamos a plantear el sueño de una editorial diferente, inspirada en los libros que coleccionábamos, (especialmente de literatura infantil) con un buen diseño y grandes ilustraciones. Decidimos lanzarnos a pesar de los comentarios de que sería difícil y que la mayoría de las editoriales fracasan. Nosotros, enamorados del tema, apasionados y a ojos cerrados, comenzamos la editorial. Empezamos prestando servicios, lo cual era importante para darnos a conocer, ejercitarnos en el oficio y obtener capital. Fue un primer año de servicios que todavía mantenemos. Después de ese año, decidimos sacar nuestro primer libro, con el que queríamos definir quiénes éramos y qué soñábamos para Tragaluz. Así publicamos 3 Poemas Ilustrados, de la colección Poemas Ilustrados, de Jaime Jaramillo Escobar. Este primer libro lo distribuimos gratuitamente para darnos a conocer y agradecimos a quienes nos abrieron las puertas. El libro fue un éxito, ya tenía todas las características de Tragaluz: un libro ilustrado, un libro-objeto con enfoque en poesía.

Nos dimos cuenta de que ese sueño descabellado en realidad tenía un nicho, había gente que estaba esperando eso.

Entonces, ese libro nos permitió comenzar esa colección y, a partir de ella, lanzamos una colección de literatura infantil. Posteriormente, la colección de literatura infantil creció, nos dieron aliento y nació una colección de literatura juvenil. Luego, un experto en literatura portuguesa, Jerónimo Pizarro, nos propuso explorar a Pessoa, algo que no habíamos considerado fuera de las voces colombianas, pero el ofrecimiento de un experto nos llevó a aceptar. Así nació la colección.
Así es como Tragaluz ha evolucionado hasta hoy, con un fondo editorial de alrededor de 200 títulos que abarcan todos los géneros. Algunos títulos han tenido más resonancia que otros; por ejemplo, en dramaturgia, a pesar de ser un género difícil, hemos publicado obras entrañables para la historia colombiana. También tenemos ensayo y, sobre todo, cuando la gente piensa en Tragaluz, piensa en ese libro - objeto, en ese libro que parte de textos muy bien escogidos y que al final se convierten en todo lo que está comunicando algo.
 
  1. ¿Cuál es la apuesta de Tragaluz y qué los inclina hacia una obra en particular?

Tragaluz ha sido lenta y cautelosa, muy cautelosa. Nos gusta observar lo que está pasando porque el libro, especialmente el libro físico, es un objeto cuestionado.

En un momento en que el libro digital y las múltiples plataformas están presentes, Tragaluz nace con ese fantasma del libro digital al lado. Nos han preguntado desde 2005: “¿Por qué siguen sacando libros físicos cuando el libro digital está ahí y disponible para mucha gente?”. Nosotras somos cada vez más conscientes de la importancia del libro físico. Aunque valoramos el libro digital, del cual soy una gran fan, y reconozco su valor informativo, también apreciamos el libro físico por su permanencia. Somos muy conscientes y cuidadosos con el libro físico, y nos inclinamos hacia el libro de artista. Los libros de Tragaluz se salen de lo convencional, a veces tanto que uno podría preguntarse: “¿Esto es un libro?” Vamos en esa dirección, con una conciencia ecológica. Al principio, Tragaluz hacía tirajes de 2000 libros, pero ahora comenzamos con tirajes pequeños; no queremos tener bodegas llenas de libros ni desperdiciar ejemplares. Tenemos una conciencia ecológica clara: probamos y ensayamos con cada libro, y solo hacemos reimpresiones si es necesario.
 
  1. Hablando quizá acerca de la Pilar de hace unos años, quien quería vivir únicamente como escritora, ¿Cómo te sientes ahora ejerciendo también el oficio editorial?
Me siento muy feliz, aunque a veces las dos facetas, la de escritora y la de editora, entran en conflicto porque exigen disposiciones muy distintas. La escritora necesita momentos de aislamiento y soledad, mientras que ser editor hoy en día no es como hace 50 años. Hoy en día, ser editor significa estar en mil ferias, vender, no es algo estático. El editor no solo está frente a una pantalla corrigiendo textos; exige ser dinámico. Hay momentos en los que ambas facetas riñen: la Pilar escritora y la Pilar editora a veces entran en conflicto. Sin embargo, ambas se ayudan mutuamente. La escritora le recuerda a la editora que debe trabajar con calma.
 Siento que ambas se complementan, pero siendo honesta, también hay momentos difíciles en los que deseo tirar la toalla y decir: “¿Por qué estoy haciendo esto cuando tengo un texto en la cabeza? Un texto que me obsesiona y me acompaña todo el día.” Hay momentos en los que ese texto está en mi mente y no deseo que la editora me interrumpa. En ocasiones, soy dura con la editora, pero ella también es exigente porque, como editora, me autocorrijo en el proceso de escritura. Debo detenerme y decirme: “No, voy a escribir y dejar que todo esto salga con tranquilidad. Luego llegará la editora.” He aprendido a silenciar esa voz, a detener a la editora para que luego entre, y eso es muy bello.
 
  1. ¿Qué desafíos enfrentaste en los primeros años de la editorial y cuáles son los desafíos actuales, ahora que eres una editorial posicionada con gran relevancia en el país?
En los primeros años, los desafíos eran los típicos inconvenientes con la distribución y la venta. Distribuir y vender son siempre el talón de Aquiles y la parte más difícil. Tuvimos suerte desde el principio, pero eso no significa que haya sido fácil, porque no lo fue. Comenzamos con el apoyo del Fondo de Cultura Económica, luego de Babel, y después decidimos independizarnos. La distribución fue un gran desafío, un universo completo que no conocíamos. Tuvimos que pasar por distribuidores externos hasta que nos dijeron que el sello era muy delicado y que no podían dedicarle el tiempo que merecía. Entonces, empezamos a distribuir nosotros mismos y nos dimos cuenta de que tenían razón: nuestros libros son “mimados”, requieren un acompañamiento preciso, una entrega y un cuidado especial. Los diseños de nuestros libros pueden parecer caprichosos, pero tienen grandes explicaciones detrás que dan elementos al vendedor, como en el caso de “Pitchipoi”, un libro triangular diseñado para una historia dolorosa. Es un libro incómodo porque la historia es incómoda.
Otro gran desafío fue comenzar a participar en ferias internacionales y sentirnos inexpertos. Por ejemplo, en la Feria de Bolonia, que es muy importante para la literatura infantil, creímos que sería fácil, pero la realidad es que se trata de compras y ventas masivas de derechos. Las primeras ferias en las que estábamos solos fueron aterradoras, pero aprendimos mucho en ese proceso. Recuerdo especialmente Bolonia cuando una mujer se me acercó y me preguntó: “¿Qué estás haciendo? ¿Estás vendiendo o comprando?” Yo estaba confundida, apenas comenzaba y pensaba en ambas labores: vender y comprar. En ese entorno internacional, hablando en inglés con extranjeros, donde la comunicación no siempre es perfecta, me sentía incómoda. Esos momentos difíciles también son parte del proceso de aprendizaje, y cada vez llegas más preparado a una nueva reunión.
Nuestro desafío actual es la convivencia consciente con el libro digital. La pregunta que me sigue todos los días es: “¿Cuáles son los libros que debemos hacer?” “¿Cuáles textos deben ser publicados y escritos?”. Hay que ser conscientes para tomar decisiones acertadas y justas al editar y publicar, por eso estamos apostando a los libros de artista.
 - Creo que uno de los debates más complejos al enfrentarnos entre el libro digital y el libro físico es la influencia de la materialidad. Al momento de realizar esta entrevista, consideré que en este debate Tragaluz se rige precisamente por la relación texto-objeto, una apuesta de lectura, pero también de performance. Tragaluz, en su virtud, es objeto literario, pero también producto artístico.
¡Buenísimo el comentario! Cuando hablas de performance, cada vez le apostamos más a eso. Si miras mi último libro, Solo tenías que darme la mano, fue un trabajo colaborativo con una artista textil y artistas en piezas sonoras. Cuando dices “performance”, sí, eso es lo que queremos: que el libro sea un objeto que te permita hacer muchas cosas, como oírlo, tirarte al piso y abrirlo. Queremos que tenga sentido y que ofrezca múltiples caminos. Buscamos ambiciosamente que nuestros libros sean infinitos, que sean objetos de creación que generen conversaciones y preguntas. Desde su materialidad, el libro ya comienza a hablar. Solo tenías que darme la mano tiene unos hilos exteriores; la gente aún no lo ha abierto y ya se están preguntando sobre él, su significado, su título y sus signos. Para nosotros, eso es un gran logro, porque se aleja del libro que se reduce a un texto que solo invita a leer.

La invitación de nuestras obras es generosa: mírame, tócame, huéleme, óyeme, léeme.

 

  1. ¿Cómo describirías tu proceso de escritura?
Ha sido un encuentro súper orgánico. Yo fui escritora adolescente, escribí mucho en diarios. Luego estudié comunicación social y periodismo, donde es una obligación escribir, y ahí yo ya tenía mis temas y mis áreas en donde sentía que fluía más, por ejemplo, en el periodismo cultural, donde estaba yo. Cuando comencé a trabajar como comunicadora organizacional, típica en una empresa, estaba en el departamento de comunicaciones y escribía pero lo necesario, nada que me emocionara, allí, claro, solo duré dos años. Luego salí a una oficina donde la escritora tenía sus espacios; ahí sí salía la escritora. Pero nunca hubo una Pilar que dijera “es que yo voy a ser escritora”, y precisamente por eso creo que este encuentro fue tan orgánico. Yo no tuve esa claridad desde mi juventud. Yo sentía en momentos la necesidad de escribir. Entonces, estando en esa nueva oficina de comunicaciones, me metí al primer taller de escritura en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Ese taller me abrió al mundo, a otras cosas, y ahí fue cuando llegó a mí la crisis existencial. Venía manejando esa oficina con programas de radio, escritura, locución, haciendo libros institucionales que me encantaban, pero estaba dejando de lado a esa Pilar escritora. Estando en el taller me fue muy bien; era un taller clásico, gratuito, y entraban hasta locos, jaja. La primera prueba que te hacían era pasar un texto tuyo, cualquiera. Desde el primer texto, quien dirigía el taller fue muy especial conmigo, y ahí vi que había algo más, que no era simplemente que me gustara mucho o que se me diera con facilidad. Fue muy importante para mí esa motivación desde afuera, porque siempre como escritora hay una inseguridad que te persigue y esa voz desde afuera que me legitimaba y me decía “está bien” fue lo que me hizo darme cuenta de que esto valía la pena. Ahí fue el momento de crisis. Me fui para Estados Unidos y volví a Colombia pensando en ser escritora de tiempo completo, pero después de ese año me dije que tampoco me podía quedar tan quieta, que necesitaba hacer algo más. Pero en ese momento lo que no tenía pretensiones, sí tenía mucha fuerza;

yo sabía que necesitaba escribir y casi que enfrentaba la vida escribiendo. En momentos difíciles, sabía que necesitaba contarlo. Era un oficio para poder vivir, respirar. Me pesaban cosas difíciles y el hecho de escribir me salvaba; la escritura como redención.

El primer libro que publiqué con Tragaluz fue Bola de agua. ¿Lo conoces?  Ese era un textico que yo tenía en la mesa de noche. Un día emparrandados nos empezamos a leer textos al azar. Ambos sacamos cosas literalmente del cajón y le dije “Mirá, este texto lo tengo hace muchos años”. Lo leí con pudor, porque en el pasado había recibido críticas para nada favorables. Se lo leí a Juan Carlos y me dijo “Lo tienes que publicar ya”. Y yo le decía que solo estábamos jugando, pero él insistió. Le dije que solo mi mamá y mis amigas lo comprarían, y ahora es un éxito de Tragaluz; tiene premios, todo. Son cosas que se han dado. No ha sido una búsqueda desesperada, ha sido un trabajo constante.
  1. ¿Hay algún tema o estilo que sientas que ha cambiado o se ha desarrollado con el tiempo? 
El proceso mío comienza sintiendo; soy intensa. En cuanto siento las cosas, en cuanto me duelen, en cuanto las gozo, es como tocar mi fondo y me doy el permiso, el permiso de sentir. Luego de sentir, lo llevo a un laboratorio. Pienso, pienso y pienso en cómo lo voy a expresar. Pero es rico, lo disfruto. Tomo notitas en el celular; se me ocurre algo y apunto inmediatamente. Luego, los domingos saco todas esas notas y comienzo a construir, me dejo ir después de pensar mucho. Por ejemplo, Juan Carlos me habla de mi laboratorio interno, me dice que es muy fuerte y que cuando sale parece ya editado, ya procesado, escrito en la cabeza. Tomo con pinzas las palabras, no me gusta que sobren cosas, me gusta lo que es. 
Constantemente estoy leyendo, pero cuando estoy metida en la escritura hago lo posible por no dejarme influenciar por otras voces, cosa que me puede pasar fácilmente, me enamoro de los textos que estoy leyendo y me meto en ellos. Es innegable la influencia de otros que te gustan, por eso cuando me preguntan quiénes me han influenciado solo puedo pensar en una cantidad de gente; un poco de esto, un poco de aquello, un poco de lo otro. 
 
  1. Como escritora, ¿cómo equilibras tu trabajo entre la creación literaria y la gestión editorial?
Yo creo que lo que me equilibra son los momentos de silencio y soledad. Me gusta mucho el silencio, me sana. Siento que literalmente puedo renacer con el silencio. El editor por naturaleza debe ser entregado, servicial y en ocasiones esa entrega desgasta, así que poder tener momentos tranquilos es valioso. Son esos descansos los que me permiten seguir bien. Hay gente que no necesita tanto silencio o soledad, pero yo sí y mucho.
 
  1. ¿Qué significa para ti ser una editora independiente? ¿Y cómo crees que este rol se diferencia en el contexto específico de Colombia?
Para mí, en términos generales, ser editor significa ser ordenador. Realmente, el editor es alguien que organiza, que cuida y dispone un texto de la mejor manera para el lector. Pero ser editor independiente es ser arriesgado, es ser libre, resiliente, porque claro, tiene su grado de dificultad. 
Ser editor independiente en Colombia es cada vez más valioso; es cada vez más enriquecedor para el panorama. Yo amo que existan editoriales grandes, pero ellas a veces solo muestran una parte. En la medida en que cada vez somos más editoriales independientes y, sobre todo, de más regiones, estamos cada vez más mostrando un país más unido, más completo. Colombia, por su geografía misma, abunda en variedad, en culturas que piensan, miran y hablan distinto. Me produce mucha emoción cuando me hablan de una editorial pequeña, cuando me dicen que es chiquitica, que viene de un lugar insospechado, me están diciendo que tiene algo distinto para contar. Veo cada vez más rico el panorama, pero también difícil. Entiendo que muchas editoriales desaparezcan en el camino, pero mientras existen, aportan, dejan. He visto el cambio; cuando salí a las primeras ferias internacionales, el panorama de la literatura colombiana venía muy desde la capital y uno que otro caribeño, se quedaba corto. Nosotros somos tremenda polifonía, desde el Pacífico, una cultura que viene de la oralidad, hasta el bogotano, el del interior, ese que viene de un clima frio y su oración es larga e íntima.

Hoy, después de diecinueve años, digo convencida que el panorama que vemos es mucho más completo e interesante, que responde a un esfuerzo infinito, esfuerzo que ha valido la pena.

 

 

Por Juanita Arango

 
 

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