Desde el margen: libros que nacen del archivo y los sueños

Amor Vincit Editorial

En esta conversación con María Angélica y Laura, editoras de Amor Vincit, nos adentramos en el corazón de un proyecto editorial que pone el amor como principio y los sueños como eje temático. Desde la creación de su primera colección, Atados en sueños, hasta su interés por traducir y resignificar los clásicos desde América Latina, el trabajo de Amor Vincit se distingue por una curaduría atenta, una reflexión crítica sobre el mercado editorial y un compromiso con la forma y la materialidad del libro. Esta entrevista recorre los desafíos de editar lo que se ama, los vínculos entre lo onírico y lo colectivo, y la búsqueda de un catálogo que resista las lógicas de la inmediatez sin renunciar a su potencia transformadora.

 

¿Cómo nació Amor Vincit y qué los motivó a crear un proyecto independiente en torno al amor como fuerza transformadora?

María Angélica: La idea empezó a rondar por la cabeza en 2021, a raíz de una tarea de la Maestría en Estudios Editoriales, pensando en un proyecto editorial. Coincidimos con que llegó la pandemia y empezaron a motivarnos muchas cosas relacionadas con los sueños. Entonces, junto con David quien es cofundador de la editorial, empezamos a investigar cómo estaba la literatura relacionada con los sueños. Encontramos que había un material muy importante y, por lo general, también diarios de sueños. Pero vimos que no estaba sistematizado como en una colección, sino que estaban ahí, como libros sueltos. Entonces decidimos atarlos, y así nació la colección Atados en sueños, que nos permite también ver el sueño, analizarlo y abordarlo como proyecto editorial desde cuatro caminos específicamente: los diarios de sueños, los estudios que se han hecho, observaciones propias, el arte que han motivado los sueños y la interpretación de los mismos. En ese camino decidimos hacer una diferenciación con la oferta que hay sobre interpretación de los sueños, y en este momento los estamos abordando desde un enfoque histórico. Así, empezamos a conformar la colección, a pensar qué títulos, qué obras existen, cuántos se estaban publicando, cuáles estaban por ahí que no se habían vuelto a publicar o que no estaban traducidos. Así nació la editorial.

El nombre de la editorial Amor Vincit viene antes de la colección Atados en sueños, por allá en el 2019, cuando estábamos buscando una frase. Entonces nos fuimos a los clásicos y, en Virgilio, encontramos en la Égloga X un verso que decía que el amor lo vence todo y, por lo tanto, nos cedemos al amor: "Omnia vincit Amor; et nos cedamus Amori". Luego nos dimos cuenta de que los libros nos estaban sacando del cuarto, que nos demorábamos más tiempo en las librerías, que las compras de libros eran mayores, y fue entonces cuando decidimos cedernos al amor por esos libros y así nombramos a la editorial Amor Vincit. Esto nos permitió también editar lo que queremos, y dentro de esa edición entra el mundo clásico, que, bueno, nos da también pie para hablar de la siguiente colección.

¿Qué significa para ustedes poner el amor en el centro y cómo se traduce en decisiones editoriales concretas?

María Angélica: Para nosotros es muy importante lo análogo. Tal vez tenemos, no sé si una discusión, pero sí una reflexión sobre entrar también en la oferta digital, ya que hay varios lectores que tienen este modo de relacionarse con la literatura. Pero para nosotros lo análogo es fundamental, y más en estos tiempos en los que la materialidad cobra más importancia y se ha visto que hay una relación muy directa entre la creatividad y el desconectarse.

Entonces, manifestar ese amor en esta propuesta editorial tiene que ver con la elección de los materiales, los papeles. Estamos muy obsesionados con conseguir papeles lisos y beige, esos que están escasos y que, como están escasos, son costosos. Pensamos mucho en los lomos, queremos libros con lomos gruesos, sintetizar todos esos amores que tenemos por ahí dispersos —sea la curiosidad por diferentes conocimientos— y tratar de implementarlos de manera armónica en los libros que estamos haciendo.

¿De qué manera el nombre de la editorial influye en su línea editorial y en las relaciones que construyen con autores y lectores? En la primera pregunta hablaste un poco de eso, no sé si quisieras agregar algo más.

María Angélica: Creo que solo agregaría que la FILBO de este año nos permitió también relacionarnos con lectores o posible público, y fuimos entendiendo de a poquitos que el tema del sueño nos toca a todos. Por eso creemos que es importante conservarlo como un hilo que comunica las diferentes publicaciones y que puede despertar otros intereses en los lectores. Entonces, diría que el sueño es algo que, desde el catálogo, nos diferencia; que tiene mucho que ver mucho con nuestra naturaleza, porque parece que nos entendemos cuando hablamos de sueños y compartimos varias cosas que nos facilitan entendernos como humanidad y como especie.

Laura: Agregaría que es un nombre clásico, y que cuando uno de pronto quiere buscar la historia de la literatura colombiana —si es que hay una— los clásicos la atraviesan, están ahí. Tenemos un instituto que estudió mucho tiempo los clásicos, tuvimos intelectuales que estuvieron medio obsesionados con esas influencias, y cuando uno también le pone un poquito de atención —que es también nuestra apuesta— a ver las lecturas que se han hecho de los clásicos desde el Sur, y apropiarlas y ver las lecturas, porque leer a la gente que leyó los clásicos también es como un sentimiento de saber qué es lo que nos conecta con esa literatura universal. Es una forma también de sentirnos otra vez parte de la literatura y decir las voces que tenemos que decir. Yo le digo Sur, pero también sería importante ver, en este momento, nuestra relación con el Caribe, porque la línea se ha inclinado también por ahí, como Cuba, Colombia, y ha sido bonito. Volviendo a lo del nombre, creo que también ha sido un camino lleno de amor, una apuesta de amor por los libros y la literatura.

¿Qué libro ha sido significativo para ustedes y por qué?

María Angélica: Es difícil de responder, pero ahorita se me viene a la mente La Odisea, porque uno ve la sociedad actual muy reflejada en los antiguos, y casi que es como las primeras piedras que van levantando esa cultura en la que todavía estamos. Nuestra percepción sobre el mundo, nuestras relaciones humanas, se ven muy reflejadas en relatos tan antiguos y milenarios como La Odisea, con una particularidad también, y es que se conecta la antigüedad —que es nuestra segunda colección— con los sueños. Y la manera en la que hablan de ellos no es banal ni insignificante, sino que es casi toda una autoridad.

Pienso en la Odisea también por la belleza del relato y porque la estamos editando. Es una traducción hecha por una mujer, y creo que puede ser un gran aporte el libro que estamos editando a esta discusión que se está dando sobre el rol de las mujeres, qué hacen las mujeres en diferentes aspectos y, en este caso en particular, en la literatura. La relación de las mujeres con el conocimiento y cómo el sistema ha eliminado los nombres de muchas de ellas. Nos permite también relacionarnos con percepciones casi de segregación de esas mujeres de hace ya casi unos ochenta años, que hoy seguimos compartiendo y levantándolas como una bandera.

¿Cómo equilibran el deseo de publicar textos con una carga filosófica profunda con las exigencias del mercado editorial?

María Angélica: El mercado aquí todavía no se impone tanto, pero no deja de ser una imposición, porque los proyectos culturales deben vivir de algo, y todavía no está pasando eso. Bueno, eso también es una discusión, porque hay quienes dicen que si el Estado juega un rol más preponderante en la cultura, eso haría que la cadena sea perezosa. Digamos, yo no estoy de acuerdo, y puede ser una discusión interesante y creo que necesaria de dar. Pero creo que, para que la cultura se mantenga independiente de las presiones del mercado, sí se necesita que sea un proyecto a nivel país, porque en últimas la cultura es la que está casi que dibujando o delineando nuestra manera de pensar, así como nuestra identidad.

Entonces, sí, eso en relación con la literatura y el mercado. Pero también para nosotros es medio complicado hacer los libros que queremos hacer y fijarles un precio "democrático" que no sea una barrera. Considero que ahí debería entrar el Estado a subsidiar costos, que permita disminuir el precio del libro.

Laura: Yo creo que uno a veces lee y suele desconectar la materialidad del texto mismo. Yo lo veo como un error, pero también puede ser simplemente una forma de lectura. Creo que son cosas que, desde una editorial, son casi imposibles de separar. Y la materialidad del texto, dentro del mercado, cobra una relevancia mucho más fuerte que no podemos ignorar. Nosotros también somos conscientes de ello. Parte de eso es nuestra obsesión por encontrar un papel para la Odisea, pero también de tener un objeto muy claro sobre lo que queremos que sea, porque creemos también que el texto, como contenido, forma esa forma final —si vale ahí decirlo de nuevo—.

Igual, siento que María Angélica tiene un punto importante que valdría la pena hablar un poco más: hasta qué punto el Estado debe meterle mano a los proyectos editoriales. Nada, creo que la literatura se mueve en un mundo de mercancías —no es una idea nueva, es algo que sabemos hace un montón de tiempo— y ser conscientes también de ese movimiento que tiene la literatura en un mundo de mercancías y capitales. Entonces, es también entender el valor que le damos y por qué se lo damos, que es lo que estamos haciendo al final del día: publicando y leyendo obras.

¿Cómo transforman un sueño, que muchas veces es fragmentario y caótico, en una pieza editorial legible y cuidada sin traicionar su lógica onírica?

María Angélica: El primer libro, Antes del mediodía. Memoria del sueño, nos muestra en la carta al lector que escribe la autora, la dificultad que le representó recopilar los sueños de muchas personas de diferentes expresiones. Me refiero a que cada persona habla de una manera diferente. Este libro guarda un importante contenido oral, y para ella representó un gran esfuerzo tratar de separarse de su ego de poeta —tal vez ella no lo dice así, pero yo lo interpreto de esa manera— y tratar de respetar esa oralidad que venía de las grabaciones de las entrevistas con muchas personas. En efecto, es fragmentado. En ese libro uno puede ver claramente esa manera de expresar los sueños, como que uno olvida cosas o está tratando de recordar, y ahí cómo juega la puntuación, los signos ortotipográficos, y también cómo la ortografía puede servir para expresar lo que el soñante quiere contar y lo que la autora quiere plasmar.

Esa carta al lector que escribe Soleida Ríos es bien interesante, porque casi que nos muestra una metodología de cómo aborda un libro oral.

El siguiente libro de la colección Atados en sueños, que el autor firma bajo el seudónimo de Vatosug Llanos, él lo resolvió tratándolos como cuentos. Decide unir todos los fragmentos que le dan los sueños con un hilo de ficción, pero también nos muestra que eran tan intensos y vívidos los sueños que fue desarrollando casi que una manera de recordarlos, una memoria de los sueños. Recordaba y recuerda muchas vivencias de los sueños.

En cuanto a la edición, siempre es fundamental hablar con los autores. Para nosotros sí es indispensable —y creo que para muchos editores también— porque, finalmente, el deseo es que la obra salga con la última voluntad del autor, sin que se desconozcan también las decisiones editoriales.

Laura: Tal vez nosotros no podemos pensar mucho en cómo escribir el sueño, porque eso es más tarea del autor. Pero como editorial sí hay una búsqueda de cómo se escribe ese sueño, y esa búsqueda ha sido chévere. Lo lleva a uno a pensarse la forma en que el discurso transforma específicamente, porque el sueño es una cosa de imagen que pasa a texto, y ese cambio tiene una intención. Nosotros, como editorial, buscamos las formas variadas y distintas en las que podemos pasar esas imágenes a texto. También buscamos los discursos del sueño, pero también buscamos dónde están. Por eso nos llamó la atención los de la Biblia, por ejemplo. Como que existen textos grandes de literatura y ahí hay sueños que están marcados a veces por una tradición. Por ejemplo, yo siento que la de Shakespeare está marcada sobre todo por los de la Biblia, por la forma en que se presenta. Tiene una correlación interesante, y nosotros estamos un poco en esa búsqueda de dónde están los sueños.

¿Qué han descubierto sobre lo colectivo a través de los sueños individuales? ¿Aparecen temas, miedos, sueños o deseos que se repiten entre distintas personas?

María Angélica: Yo creo que esa es una pretensión difícil de conseguir. Soleida lo intenta, ella tiene un archivo grande de sueños. Yo sospecho que hay varios sueños de esas personas entrevistadas. En este libro hay máximo cuatro o cinco. Creo que se podría hacer una imagen de ello. A mí, en un principio, editar ese libro me comunicó una relación con el mundo diferente a la que podemos tener en países como estos, en los que el sistema económico y político es diferente. Entonces no sé si uno pueda hablar de colectividad.

Laura: Nosotros tuvimos un evento hace poco en la Librería Woolf, y creo que ahí lo tocamos un poco. Estaba Marcela, que es una psicoanalista, y ella sí intentaba lograr un poco esa colectividad. Yo creo que uno sí lo puede lograr. Es decir, cuando uno lee el libro de Soleida puede ver a un sujeto que es distinto, y ahí hay cierta riqueza. Pero también hablábamos de que hay cosas que son un poco recurrentes, y quizás de esa unidad uno puede encontrar también una totalidad. Eso es interesante de ver, sobre todo en el libro de Soleida, tal vez porque ella lo tenía en la cabeza, lo logra.

María Angélica: Puede ser, y porque reúne muchas voces que representan diferentes experiencias, en edades y género.

Laura: Quizás en los dos libros también. Hablábamos de que en Cuba es más común soñar con la experiencia de Fidel Castro, pero en Vatosug va a ser más común soñar con Duque. Es verdad, soñamos con líderes distintos, pero el sueño con el líder parece estar ahí, presente, en la psique de uno. Y quizás esas son las cosas recurrentes que uno puede lograr con el sueño.

María Angélica: Sí, el paisaje, cómo se mete. En Cuba hay un sueño con un maremoto, ahí se siente un poco la naturaleza, y en Vatosug se siente más el ruido, la ciudad, el miedo, las voces que manifiestan estar a favor o en contra de una posición política. Creo que sí vamos hallando cosas.

¿En un panorama editorial en el que muchas veces se privilegia lo inmediato y lo comercial, cómo sostienen una curaduría tan delicada, íntima y exigente en sus libros?

María Angélica: Ahí juega mucho lo que sentimos cuando leemos fragmentos de las obras que podríamos editar. A mí me gusta hacer esta precisión: el autor crea obras y los editores hacemos los libros. Entonces es eso: qué tanto resuenan las letras de las obras aquí adentro. Nosotros dijimos que íbamos a editar lo que nos genere placer leer, y en eso estamos. Es casi que una promesa a los lectores. Esperamos no perdernos en el camino, porque siempre está la tensión, pero creo que ahorita es muy pronto para hablar de eso porque ya tenemos un catálogo comprometido con esa experiencia que viene del corazón y del sentimiento.

Laura: Un proyecto editorial son las decisiones que se toman, y las decisiones también son esa pausa, el cuidado, la lectura, la investigación que se hace y las conversaciones que tenemos. Creo que eso hace un poco difícil que sea un proyecto inmediato. Eso no significa que no esté dentro de ciertas lógicas de mercado, pero es un proyecto que se piensa distinto, y el lector también es distinto por esa misma razón.

María Angélica: También quisiera hablar en este punto de la segunda colección que tenemos —por eso Laura habla del mundo clásico y yo hablo de la Odisea— y es que cuando leímos el primer canto de la Odisea, de esta traducción que está hecha por una mujer, lo que sentimos al leer ese primer canto fue bien diferente comparado con lo que sentimos al leer las traducciones hechas en España, por ejemplo. Como que la sentimos más cercana, y fue una relación bien diferente, a pesar de que se trataba de la misma obra.

La colección Atenea Mestiza se propone publicar obras que están trabajadas en nuestro continente pero que vienen del mundo clásico, de la antigüedad en Grecia y Roma . Es eso lo que queremos hacer con esta colección: rescatar todo el trabajo que se ha desarrollado en nuestro continente y publicarlo. Casi que nuestro propósito actual es acercar la Odisea a los lectores, ojalá desde pequeños, y que, como dice la traductora Laura Mestre, puedan sentir en ella "la fragancia del amanecer del mundo".

¿Alguna anécdota que tengan respecto a los autores o en el mismo proceso editorial?

María Angélica: Nosotros asistimos a la FIL Guadalajara en 2022, y ahí nos contactó la Agencia Latinoamericana de Literatura. Nos propusieron literatura de autoayuda. Nos escribieron que, debido al nombre de la editorial Amor Vincit, nos tenían una selección de literatura de autoayuda, de cómo ser mejores. Se nos hizo muy chistoso, y les dijimos que lo que estábamos trabajando era una colección de sueños. Y así llegó Soleida Ríos y su gran archivo de sueños a la editorial.

¿Qué retos han enfrentado en el mundo editorial?

María Angélica: De entrada, el oficio del editor ya es en sí un reto. Tomar la decisión de dedicar quién sabe cuántos años de la vida —si no la vida entera— a editar, es en sí un reto. Yo creo que eso también lo han abordado muchas personas que han hablado de esto, porque las dificultades económicas existen, son reales, y eso puede cambiar todo.

Por esa línea, los retos de conseguir buenos materiales para el papel, la impresión, que nos gustan las solapas grandes, el desafío por no ceder a la idea de que los lectores le temen a los lomos anchos y, con tantas páginas, evitar que salgan errores tipográficos. También es una decisión de cuánto tiempo le vamos a dedicar a un libro, cuántos libros vamos a sacar al año: si vamos a sacar tres bien cuidados o cinco, porque también está la tensión de que necesitamos armar nuestro catálogo con el cual llegar a diferentes públicos. Ese es el reto.

Laura: Diría que encontrar espacios. Nosotros creemos que la tarea de la editorial no es solamente la de publicar libros, sino también la de encontrar espacios para que circulen, para que tengan lectores y charlas. Encontrar esos espacios ha sido un reto.

En nuestro caso, desde el centro, pensar en otras ciudades que no sean solo Bogotá o Medellín —que son las que siempre terminan atrayendo otros lectores—, sino también cómo pueden llegar a otros espacios, y que no solo lleguen a la vitrina de la librería, que claro, también es un paso importante, pero que también tengan circulación y se muevan. Al final, es eso. No hay nada más interesante que sentarse a hablar del libro y darse cuenta de que a veces tenemos lecturas súper distintas de las cosas, y que yo creo que es ahí donde uno le da vida al libro y a la obra, realmente.

Ese ha sido un reto muy difícil que hemos tenido, pero que también hemos disfrutado, porque hemos podido tener charlas sobre los libros y darnos cuenta de esas otras miradas. Cuando estamos planeando los espacios, nos queremos pensar las lecturas desde Latinoamérica —creo que lo dijimos ahorita—, por qué leer y releer los clásicos, por qué las traducciones son importantes para nosotros.

También ha sido un reto encontrar espacios justos para las personas que trabajan dentro de la editorial como los traductores. Eso ha sido importante, porque somos conscientes de que todo se puede sacar a un menor costo, pero eso es pasar por encima de cosas que no pueden seguirse reproduciendo.

María Angélica: Para nosotros, el reto es hacer el precio del libro un poco más democrático, teniendo en cuenta que —ya lo hemos dicho como diez veces— estamos obsesionadas con la calidad del papel, con traductores profesionales, correctores de estilo que se tomen en serio el texto. Esto es un ciclo que siempre nos lleva al signo pesos. Por ejemplo, nosotros queremos disminuir el precio de la Odisea y hacerlo más asequible, y es ahí donde vemos que el Estado tiene, de alguna manera, una responsabilidad.

¿Qué vacíos han encontrado en el medio?

Laura: Siento que hay apoyo, pero también puede ser un apoyo muy disperso. Yo creo que Colombia ha avanzado un montón en dar becas, estímulos, pero sigue siendo algo muy en el aire, porque falta una visión más clara sobre el tipo de proyectos que se necesitan y sobre la conversación en torno a estos, que es mucho más difícil de tener. Pero eso podría ayudar a que los proyectos editoriales sean mucho más fuertes y consolidados.

Y también que esas redes —es decir, no somos la única editorial, hay muchas más, así como libreros, gestores culturales, editores, lectores, traductores— deberían estar un poco más unidas. Eso se logra con la ayuda que el Estado puede brindarnos, para estar más conectados, pero también para que podamos llegar a otros lugares y no a los mismos centros de siempre.

María Angélica: Hay becas para publicar determinados temas, y eso también obliga y limita a que todos continuemos hablando de lo mismo, porque todos necesitamos subsistir en este medio.

Laura: También ha sido una lucha encontrar diferentes formatos. El libro está muy encasillado en cierto tipo de papel y formato, y salirse de eso para dar una experiencia de lectura distinta es difícil.

María Angélica: Sí, sobre todo por los costos. Con menos páginas, podemos disminuir los costos y tener más rentabilidad. Sin embargo, creemos que hay lectores en Colombia que no le temen al grosor del libro, y otros que se están formando y que tal vez quieren leer más páginas con un hilo narrativo.

Creo que hay muchas oportunidades y, como decía el Colectivo Huracán, “todo libro es colectivo”. Y definitivamente, para nosotros es muy importante ver que la cadena fluya y funcione, que no sea un obstáculo para que los libros que hacemos en Colombia lleguen a sus públicos y encuentren otros públicos. Y bueno, creo que estamos en una condición en la que a todos nos debería ir bien: librerías, editoriales, distribuidores, etc.

Por último, ¿qué viene para Amor Vincit?

Laura: Creo que la colección Atenea Mestiza es lo más fuerte ahorita, nos tiene muy concentradas porque creemos que, además, es un proyecto que se está estudiando en este momento: ponerle otra vez atención al archivo, a los traductores. Creemos que eso también es parte de construir la identidad nacional, no sé, una especie de historia literaria. Y nosotros creemos también que no solo es importante estudiarla, sino también publicarla. Hablábamos en un momento sobre reactivar el archivo; creo que esa es nuestra gran apuesta este año.

María Angélica: Sí, el trabajo que estamos haciendo con el archivo, de rescatar estos clásicos desde una perspectiva latinoamericana, desde un sitio de enunciación que compartimos desde el Sur hasta el Norte, es muy importante. Empezamos con el Caribe, con Cuba, un archivo de gran valor que nos ha permitido acercarnos a la reflexión sobre el rol de la mujer en ese momento; acercarnos a una voz que contradecía ese rol, y encontrarnos que, ochenta años después, el equipo que está cuidando ese archivo está conformado en un 99 % por mujeres: tanto quienes están allá, cuidando el archivo de los hongos, del calor, de un posible incendio, de muchas amenazas, como quienes lo están digitalizando con la mejor calidad para poderlo activar, publicar; y nosotras, que estamos aquí siendo las editoras de esta traductora que hace tiempo se nos fue. Todas, como que vamos hacia el mismo sitio: cuidar el archivo, la obra, el libro. Entonces, en eso es en lo que estamos en este momento. Y este archivo es solo uno de los que vamos a trabajar.

Laura: Es un archivo que tiene unos grandes títulos: Las Apologías, la Ilíada y la Odisea.

Yo solo diría que, además, tiene la curaduría de Elina, que es una profesora de la Universidad de la Habana de Filología  y Tradición Clásicas y que también le ha puesto mucho trabajo a esto durante toda su vida. También es importante ver que ese trabajo de investigación se vea publicado en otros lados.

María Angélica: De hecho, es la principal persona que hace divulgación al trabajo de esta traductora. Tenemos un buen equipo. Por el lado de la colección Atados en sueños, viene una traducción del francés de una obra que nos muestra observaciones propias de un soñador en el siglo XIX del marqués Léon d’Hervey de Saint-Denys. El traductor está tratando de ser súper respetuoso con la obra, de conservar ese preciosismo francés del que es heredero el autor. A quien se le reconoce por ser de las primeras personas en utilizar el término “sueño lúcido”. Entonces, viene algo muy interesante para la colección Atados en sueños.

Por Manuela Delgado.


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